
Por
Magaly Norvis Otero Suárez/ HABLEMOS PRESS.
LA HABANA.- La
educación formal, parte tan importante para el resto de las esferas de una
sociedad, ha venido sufriendo un deterioro en la escala de valores de los
cubanos en los últimos años. Como consecuencia de ello, la indisciplina se
generaliza, impactando en las calles como en la conciencia de la gente, en lo
que constituye una crisis de valores.
Probablemente
originada a principios de la Revolución cubana, en una vorágine caótica donde
ciertos significados se confundieron o borraron, esta tendencia se aceleró a partir
de la crisis socioeconómica de los años noventas.
Si a partir del 59,
normas y valores tradicionales fueron censurados, catalogados por el gobierno
como vicios o rezagos de la burguesía, desde el llamado Período Especial, tanto
el Estado como los ciudadanos cubanos hemos sido responsables de su
acentuación.
“Toda crisis
económica es generadora de una crisis de valores, en tanto tenga lugar en el
contexto de una sociedad determinada. Los ciudadanos, al adaptarse a duras
condiciones de vida, renuncian a principios e ideales propios de la era
anterior, si estos significan un impedimento para sobrevivir en las nuevas
condiciones”, expresó el periodista y
escritor Osmel Almaguer, quien además explicó:
“Ello provocará un
desplazamiento de los límites morales; de lo que normalmente se acepta como una
conducta aceptable. Entonces, pueden florecer la delincuencia, la prostitución
y otros vicios, primero ignorados, luego tolerados y, por último y más grave, llegando
a ser aceptados por gran parte de la sociedad”.

“Me encanta la
música, pero la escucho a un volumen en los limites adecuados. Así no molesto a
mis colindantes. Pero es muy común que las personas escuchen la música bien
alta, sin tener en cuenta que el vecino puede estar enfermo o simplemente
quiera descansar”, expresó Silvia Guzmán, residente en Centro Habana.
“Yo he tenido que
caminar muchas cuadras con una lata de refresco vacía en la mano para no
arrojarla en la calle. Pero no todos tenemos esa conciencia”, afirmó Arioska
Vidal, vendedora ambulante.
Si la conciencia se encuentra
en vías de deterioro, la parte tangible de la sociedad cubana no se queda
atrás. Y en esto tiene especial responsabilidad una combinación entre el
gobierno, que poco hace para el restablecimiento del ornato público, y los
ciudadanos, que la emprenden contra cualquier obra, maltratándola a los pocos
meses de su construcción.
La poca sistematización de la
recogida de desechos sólidos, ya sea por un menguado parque de camiones o por
la falta de organización en esta tarea, también conspira contra el orden civil.
Hace que las personas transformen las calles en verdaderos micro vertederos.
Son acciones de
agresión bastante comunes, la rotura de bancos y farolas en los parques y otros
lugares de esparcimiento; el deterioro del transporte público por su uso
excesivo; los gases de combustión que emite el tráfico automotor, sobre todo
los carros clásicos americanos, sumergiendo la ciudad bajo una película de
hollín. La lista de todas esas violaciones haría interminable este trabajo.
Existen varias
legislaciones vigentes que sancionan estas y otras conductas inadecuadas. Al
consultar el Código Penal vigente, detectamos que el mismo establece, en el
Decreto 141, Artículo 1-ch,
orden público, que: Se le impondrá la multa y demás medidas que en cada caso se
señalen, al que: perturbe la tranquilidad de los vecinos,
especialmente en horas de la noche, mediante el uso abusivo de aparatos
electrónicos, o con otros ruidos molestos e innecesarios, (5 pesos).
El Artículo
2-b, Seguridad colectiva, cita que se
le impondrán multas y demás medidas que en cada caso se señalan, al que: Arroje
a la calle o sitios públicos piedras, escombros, agua u otras sustancias u
objetos que pudieran causar daño o molestias a las personas, (10 pesos y la
obligación de recoger lo arrojado), por solo hacer mención de algunas que, sin embargo, no se aplican con la frecuencia y rigurosidad debidas.
Las personas de edad avanzada,
a menudo se quejan del comportamiento de los más jóvenes. En una sociedad donde
cada vez se deslegitima más la autoridad de los ancianos, ya que al
requerirles, incluso pueden resultar agredidos físicamente.
“En el pasado, por nada del
mundo los muchachos interrumpían una conversación de sus mayores. Todo ese
respeto ya desapareció. Ahora, si les llamas la atención por algo mal hecho, te
faltan el respeto y hasta pueden amenazar con golpearla a una”, dijo Felipa,
anciana con más de 80 años.
Las conductas salvajes y
groseras son comunes en los barrios más pobres y marginales, donde la presencia
del gobierno, las “bondades” de la sociedad y los agentes de la policía, no
ejercen demasiada influencia.
“Para transformar esta
decadencia, creo que debe haber un cambio de estructura y de mentalidad en los
organismos que en ella intervienen”, expresó Mirna Torres, en una queja
publicada el pasado 19 de febrero en el Órgano Oficial del Partido Comunista,
Granma, en su sección Carta a la dirección.
Sin embargo, todo plan de
solución debe constar de dos elementos, el castigo y las medidas colaterales.
No puede existir el uno sin las otras.
El primero consiste en hacer
cumplir vigorosamente todas las leyes que penalizan las indisciplinas sociales,
y las segundas, son aquellas que garantizan que este proceso se lleve a cabo
sin traumatismos. En este caso, a través de medidas educativas.
Una seria y constante campaña
por la radio, la televisión, la prensa escrita, y apoyándose en pegatinas y
otras estrategias de promoción, así como en la enseñanza escolar, sería de
utilidad. Cuando lo logremos, entonces podríamos decir que hemos cumplido con
uno de los más altos ideales de cualquier nación.
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