Por Juan Carlos Linares
Balmaseda/ HABLEMOS PRESS.
LA HABANA.- Cuando alguien
padece de insuficiencia respiratoria, la prioridad número uno es tener en casa un
botellón (o cilindro) con oxígeno. Pero tal exigencia se vuelve cada vez más
compleja de solucionar, al menos en La Habana, debido al gradual déficit de los
cilindros. Tanto, que en los últimos meses el servicio de alquiler a domicilio (de
cilindro con oxígeno), que oferta el sistema de Salud Pública, está siendo
limitado solo para los enfermos en fase terminal.
Alquilar uno por la vía
formal, requiere de un certificado emitido por el doctor (a) del consultorio
médico, presentar el certificado al policlínico del área al que el referido consultorio
debe estar adscrito, para que allí un neumólogo o el mismísimo director lo avalen.
Luego, debe acudirse, certificado en mano, ante un asistente social y que éste
asiente en un libro la solicitud y se lo comunique a la farmacia principal
(farmacia que en todos los municipios existe solo una). Por último, presentarse
en la farmacia con el certificado, apuntarse en un listado y esperar en la casa
a que le lleven el cilindro.
Los que poseen solvencia
económica, compran el cilindro y evitan el burocratismo. Que dicho sea de paso,
no abundan las ofertas de venta.
Wilfredo, un jubilado que
cuida a una tía de 96 años de edad, señala otro inconveniente: “No todos
tenemos 20 dólares para pagar por un cilindro”
Señala que “Con mis 290
pesos mensuales (unos 14 dólares) ni soñar con ese beneficio para mi tía”.
Aunque él tuvo suerte. Un amigo le prestó uno desde que la anciana debutó con
falta de aire y antes de caer en fase terminal, estado en que se encuentra
ahora.
Las farmacias principales,
hipotéticamente, tienen la responsabilidad de arrendar camas Fowler, sillas de
ruedas, vender patos y cuñas evacuatorias, bastones, aseo personal y otros
utensilios vitales para los pacientes postrados. No obstante, la realidad
resulta adversa: Casi siempre dichos utensilios no llegan nunca o desaparecen
por meses.
En la farmacia principal
del municipio 10 de Octubre, sita en la barriada La Víbora, una de las
empleadas aconseja llamar por teléfono continuamente, cuando se precise alguno
de éstos utensilios. En caso del oxígeno, argumentó la farmacéutica, “llamar un
tiempo antes de vaciarse el cilindro”, para dar tiempo a salir de los envíos
atrasados.
Los chapistas automotrices
establecen competencia con los enfermos de trastornos respiratorios. Pues el
oxígeno junto al acetileno son elementos esenciales en el oficio de la
chapistería. Conversando con un chapista privado, este reconoció que “durante
un mes intenso de trabajo yo consumo hasta cinco cilindros de oxígeno”.
Además, confesó sin
resentimientos parte de los secretos en su gestión adquisitiva: “El cilindro de
oxígeno es una herramienta de trabajo para mi subsistencia, el cual unas veces
me lo sirven los carreros que transportan oxigeno desde la fábrica hacia los
hospitales, farmacias y los domicilios (…). Ellos llegan y me cambian un
cilindro vacío por otro lleno, yo les pago 10 dólares y se marchan (…). En
otras oportunidades los consigo con socios en empresas estatales donde los
almacenan (para uso industrial)”.
Los cilindros de oxígeno,
destinados al sector clínico, se diferencian de los de uso industrial
fundamentalmente en el color, los primeros los pintan de un color verde claro,
mientras que los segundos son de color intenso, y generalmente verdes también.
En el Hospital Miguel
Enríquez, un empleado corrobora que la parte débil de los cilindros son las
llaves, que “cuando se rompen, el cilindro se vuelve inservible”. Así que se
van acumulando y el descontrol permite que se los roben para venderlos en el
mercado informal.
Más, no son los carreros,
ni los chapistas, los responsables de la crisis. Ellos, como casi todos los
cubanos, están atados al mandato de la corrupción. El pecado está en que ni se
reparan, ni se construyen, ni se compran suficientes cilindros de oxígeno para
una colectividad creciente de ancianos, frutos del envejecimiento poblacional.
Y ese pecado corresponde a los que administran el país.
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