INSEGURIDAD Y JUVILACION. Se
desploma hogar de pareja de ancianos por negarles apuntalamiento.
Por Jaime Leygonier/
HABLEMOS PRESS.
LA HABANA.- Una pareja de
la tercera edad estuvo a punto de morir aplastada el domingo 25 de octubre por el
derrumbe de su hogar. Era una vieja casa de madera cita en Tres Palacios número
210, entre Reyes y Blanquizal, en el barrio habanero de Luyanó.
Rubén Rodríguez Campos, de
81 años de edad, convive con la septuagenaria y enferma mental María Aguilera desde hace 51
años. Ambos habitaron esa casa por 7
años. Según Rodríguez, un hijo de la anciana, Fernando Mederos Aguilera, obtuvo
de ella la sesión de la propiedad. Este hijo recibió un crédito estatal para la
compra de materiales que se emplearían en la reparación.
Mas todo fue igual que con
anteriores solicitudes: nunca hubo material disponible para adquirir. Pocas de
estas antiguas casas de madera no tienen un estado ruinoso. Sufrieron el mismo,
o mayor abandono oficial que las de mampostería para facilitar recursos y restaurarlas, por
décadas permaneciendo sin pintura ni tratadas contra plagas.
Dos meses previos al
inminente el desplome, en vano el anciano Rodríguez solicitó con urgencia maderos
para apuntalarla al delegado de la circunscripción por el Poder Popular.
Rodríguez, moreno, alto,
lúcido, orgulloso por haber salvado a su María, explica pausado: “Si yo no
hubiera venido a tiempo, ella estaría muerta. Eran pasadas las nueve de la
mañana, vi la separación entre la pared y
el techo de la casa y le dije:” ¡Sal, que la casa se va a caer!”. Ella
no quería salir. Está mal de los nervios. Al fin salió, la senté en la silla en
el patio, le preparé el almuerzo, y, luego, mientras almorzábamos, se derrumbó todo.
Le dije al delegado Yasmani, el que no me dio los puntales: “Si ella hubiera
muerto, te caía a puñaladas”.
Por quedarse sin vivienda,
este mismo delegado les asignó un “albergue” en las afueras, en la antigua
Escuela de Electrónica de Boyeros, a un kilómetro del pueblo de Mazorra y
lejano de la parada de ómnibus.
Rodríguez se niega a
residir allí. Es veterano combatiente de Playa Girón -Bahía de Cochinos (1961)-
graduado adolescente de la 1ª Escuela de Artillería, fundador de las Milicias
Nacionales Revolucionarias y condecorado. Combatió a las órdenes del general Pedro Miret y del general Morfi.
Alega que la extrema
lejanía de la nueva residencia le vedaría cumplir como custodio en un parqueo
cercano al barrio donde vivía. Es un empleo del que depende, porque su pensión
de retiro laboral “como
pintor automotor y de brocha” es de 242 pesos al mes -equivalentes a unos 8.40
dólares.
Rodríguez cobra otra suma
similar empleado como sereno, mas tiene que caminar varios kilómetros apoyado
en un bastón para acudir a trabajar porque “la 1 -ruta de ómnibus- nunca se
sabe cuándo pasará.”
María Aguilera se hospeda
en casa de su hijo, Ernesto, en Domínguez numero 329, en El Cerro, pero
Rodríguez la quiere con él. Dice que este hijo la trata mal. Quiere habitar “con
mi vieja” en el cobertizo que llama
“garaje”, mientras su hijastro, Fernando, reconstruye con el crédito.
Rodríguez pernocta una
noche en casa de una nieta, otra en la de una sobrina, otra en el parqueo que
cuida. En malas relaciones con los dos hijastros, aspira a reclamar su derecho:
“Esa casa de El Cerro me
la dieron a mí, al principio de “la Revolución”. Antes vivía en Atarés, pero se
me quemó la casa. No estuve ni 24 horas en el “albergue”. Entonces daban casas
rápido. Luego ese “entenado” (hijastro) puso esa casa fraudulentamente a su nombre.
Ahora el otro hizo lo mismo con la de María, y se derrumbó. Tengo derecho legal
a ella, por vivir allí desde hace 7 años. En cambio, el delegado nos quiere
meter en un albergue lejano. Esos pleitos demoran años y años. Necesito ayuda
para reparar la casa o que me restituyan la de El Cerro. Pienso escribir al
Consejo de Estado y al periódico Granma -órgano del Partido-. No a la
Asociación de Combatientes. Ellos no se ocupan de sus miembros.”
Un abogado consultado,
quién pidió no publicar su nombre, opinó legalmente sobre este caso:
“Abundan los casos de
ancianos en enredos legales por sus viviendas. Éste en particular muestra el
clima de precariedad de los jubilados por vejez. Hasta físicamente quedan
desvalidos ante abusos judiciales, burocráticos y familiares. Además, dependiendo
del salario o menos aun, de una pensión,
se encuentran con la imposibilidad de reparar sus viviendas”.
Adolescentes, los hicieron
“heroicos soldados de “la Revolución”. Mas ahora son una carga y los desechan.
Una población envejecida se encuentra con que paga la culpa de no morir antes que
sus casas.
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