Panaderías en la
capital también producen pan de muy mala calidad. Foto: Arian Guerra.
Por Juan Cordero/
Hablemos Press.
MANZANILLO, 21 de
Noviembre.- Soy cubano de corazón, amo a mi país y a mi pueblo, y no puedo
describir el dolor que me provoca ver el hambre generalizada que hay entre la
gente de menos posibilidades.
Hay que ser mago
para tener un plato de comida en la mesa, y una de las pocas cosas que se
consume es el pan que vende el Estado todos los días, pan que da pena por su
pésima calidad, con lo que nos faltan el respeto a todos.
Existen diversas
razones para que el pan que se consume en el municipio sea tan malo, al punto
de que solo lo comemos por pura necesidad.
En primer lugar, la
harina que se usa en su elaboración es malísima, oscura, de quinta categoría; este
gobierno no se preocupa por comprar harina de mejor calidad.
En segundo lugar, debido
a sus miserables salarios, a los panaderos no les queda otra solución que robarse
el aceite y la levadura para sobrevivir.
El Estado y el
gobierno no se preocupan porque el pueblo consuma productos de calidad, como
aquellos panes sabrosísimos que había antes del fatídico 1º de enero de 1959: el
pan de agua, el pan de cebolla, el famoso pan de flauta, entre otros que ya solo
existen en la memoria de nuestros abuelos.
Los gobernantes
solo se preocupan porque sus hijos y familias vivan en la abundancia, por lo
que gastan las riquezas del pueblo trabajador en su beneficio.
Solo un cambio
hacia la democracia verdadera puede garantizar un gobierno justo, que se
preocupe por las necesidades de la gente, un gobierno que sea escogido en
elecciones libres, mediante el voto verdadero de todos. Solo así podremos
aspirar a una vida mejor.
Ya lo dijo Goethe:
“La ley es poderosa, pero más poderosa es la necesidad de las masas”.
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