Por Jorge Alberto Liriano Linares/ Hablemos Press.
LA HABANA, 5 de Marzo.- En Cuba la lógica totalitaria atenta siempre contra las decisiones individuales; incluso, hasta después de muerto el ciudadano, el elemental derecho a escoger que define a la libertad no existe, como en los casos de extrema sensibilidad en que se decide si un cadáver debe ser incinerado o enterrado a la usanza tradicional.
En ello pensé durante una reciente situación en que se violaron las más elementales normas, reinó el irrespeto, la insensibilidad y la indolencia. El hecho ocurrió en la funeraria de la localidad de Santiago de las Vegas, municipio Rancho Boyeros, en La Habana.
Asistía yo al funeral de un amigo, cuya familia inició las gestiones funerales a las 9:20 pm del sábado 22 de febrero para la incineración del cadáver: “No se preocupe, mañana llamaremos a la funeraria de Calzada y K para realizar los trámites”, le aseguraron a los dolientes.
La administración del centro funerario les informó a los familiares de mi difunto amigo que ya había otro cadáver en espera desde el día anterior y que tenían que refrigerar el cuerpo, pues los hornos del incinerador estaban rotos y que por esa razón se había reducido a ocho el número de fallecidos a cremar.
Sin embargo, la insensibilidad y el irrespeto colmaron la copa cuando en ese instante se recibió una llamada del Poder Popular Provincial ordenando se le diera prioridad a otro fallecido.
Es decir, que el cadáver de mi amigo ocupaba ahora un lugar mucho más atrás en la fila. Una vez más, la burocracia socialista demostraba que no respetan ni a los muertos.
Cansados y heridos en su sensibilidad la familia optó por desestimar la cremación, y después de 72 horas de espera en los refrigeradores de la morgue le dimos sepultura.
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