Por Eduardo Herrera/ Hablemos Press.
LA HABANA, 3 de Febrero.- En Cuba, gran parte de los ciudadanos esperan por las remesas que mandan sus familiares, residentes en el exterior, para paliar sus carencias dentro del infierno económico y político en que se ha convertido la isla desde el año 1959, cuando Fidel Castro tomó el poder.
Muchos cubanos en el exterior deciden ayudar a sus familias, quienes se encuentran sumidas en una difícil situación económica. Otros, en cambio, prefieren no hacerlo, argumentando que con esa acción favorecen más a la tiranía de los Castros contribuyendo a su permanencia en el poder.
Aportando a este dilema, según mi criterio, creo que ambos tienen razón. Por una parte, es cierto que muchos de las familias residentes en la isla sufren amargamente la explotación a la que son sometidos a pesar de las remesas, que no son suficientes para hacer frente a los precios inflados del mercado cubano, por lo que tienen que mantenerse trabajando para al menos agregar un poco más a su economía.
Sin embargo, otra clase de personas -que también reciben remesas- invierten en negocios particulares que les ayudan a incrementar su capital, y muchos de ellos participan en los actos gubernamentales en apoyo a la tiranía; se suman a los mítines de repudio contra activistas pacíficos que reclaman el respeto a los derechos y libertades fundamentales, y según sus débiles argumentos “tenemos que hacerlo para no buscarnos problemas”.
A esta parte de la población, y a sus familiares en el exterior, quisiera recordarles un pensamiento del político y descubridor norteamericano Benjamín Franklin, quien participó activamente en el proceso de independencia de los Estados Unidos, y que debe servir de ejemplo a todos los que deseen una Cuba verdaderamente libre: “Aquel que cedería su libertad esencial por una tranquilidad temporal, no merece ni libertad, ni tranquilidad”.
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