Por Jorge Alberto Liriano
Linares/Hablemos Press.
Camagüey, 11 de Enero.- En Cuba, ser
sancionado a privación de libertad significa ser sometido a la pena
de muerte, debido a los niveles de violencia incontenible, los tratos
crueles, la insalubridad, el hacinamiento y el hambre como mecanismos
de castigo, entre otros actos violatorios que predominan en el
interior de las prisiones.
Después de 53 años de dictadura
militar, la herencia de destrucción y muerte del régimen carcelario
de la isla demuestra una panorámica real de inhumanidad, sustentado
en el irrespeto y el descontrol en el cumplimiento de las leyes, los
reglamento y las políticas que deben inspirarse en la máxima de
reeducar y rehabilitar a cada persona recluida.
En las instituciones carcelarias de la
isla, sin importar la inoperancia del método, la violencia se ataja
con más violencia; resultado, miles de reclusos masacrados a golpes
cada año y una cuantiosa cifra de suicidio y auto lesionado, algo
común dentro de la supuesta voluntad política del gobierno y su
máxima dirección.
La espiral de violencia, represión y
terror de la fuerza que representa al régimen, para el control y el
orden interno tras los muros carcelarios, rebasan todos los límites
concebibles y constituye un verdadero escándalo; esto, ha convertido
al sistema penitenciario en el primero y más connotado violador de
los Derechos Humanos.
Las despreciables acciones, llevadas a
cabo por las fuerzas del orden interno en las prisiones, sólo pueden
ser comparadas con los crímenes perpetrados por los fascistas
alemanes contra los judíos, en la segunda guerra mundial.
Un vivo exponente de violencia y
represión incontenible son los centros penitenciarios del territorio
camagüeyano, donde los tratos crueles y degradantes, y las cifras de
crímenes y actos violatorios, se disparan con más fuerza cada año
a consecuencia de la ineficacia del sistema judicial.
Nadie está seguro en un país donde
los militares gozan de impunidad para golpear, torturar y asesinar;
un país donde la fuerza bruta impera sobre la razón. Por citar un
ejemplo, en la prisión provincial Kilo 7 de Camagüey el fenómeno
de la violencia policial, en el pasado año 2012, arrojó la
alarmante cifra de 86 lesionados graves. Las fuerzas del orden
interno de este centro penitenciario estuvieron a punto de asesinar a
86 internos, la mayoría de las víctimas sufrió severos traumas
craneales o quedaron discapacitados para toda su vida.
Todo esto, sin contabilizar los enormes
saldos de lesionados leves y los cientos de torturados física y
sicológicamente en las tenebrosas mazmorras de castigo.
El resultado del monstruoso
comportamiento de los torturadores y asesinos causó la muerte de
cinco sancionados, dos de ellos fallecieron en circunstancias aún no
determinadas; otros dos, supuestamente se quitaron la vida
ahorcándose, después de ser torturados y golpeados salvajemente en
las celdas de aislamiento donde se encontraban confinados.
Uno de los últimos prisioneros resultó
asesinado en una riña entre reclusos, provocada por la incompetencia
de las autoridades que ya tenían conocimiento que se cometería el
hecho y desestimaron las medidas de seguridad.
Cinco pérdidas de vida; 86 personas
corrieron el riesgo de morir asesinadas y otros 138 reos sumidos en
la angustia, desesperanza y abandono trataron de quitarse la vida
autolesionándose.
Los torturadores y asesinos no están
solos, responden a órdenes superiores y cuentan con el apoyo cínico
y demagógico de la máxima dirección política del país, clara
señal de que toda garantía en el interior de las cárceles es nula.
Está demostrado que las fuerzas
represivas continuarán cometiendo abusos y torturas, y prevalecerá
el crimen y los asesinatos impunes porque es algo que forma parte de
la política represiva del estado.
Sobran las evidencias; las pruebas
están latentes después de más de medio siglo de dictadura militar.
El verdadero rostro de la patria de Martí, no es precisamente el
rostro de la justicia y de la libertad, mucho menos al respeto a la
dignidad y mejoramiento humano que trata de vender al mundo.
Hoy, después de más de 5 décadas de
represión y oprobios, el ultraje a los derechos humanos por parte
del sistema penitenciario, continúa; las cárceles siguen siendo un
instrumento de represión y terror, mientras la cúpula gobernante se
mantiene al margen; ciegos y sordos ante tanta sangre inocente
derramada; ante tantas muertes impunes; ante tantos gritos de dolor,
tras los muros carcelarios.
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