Por Jorge Alberto Liriano Linares/ Hablemos Press.
Camagüey, 13 de diciembre.- La epidemia de cólera continúa
proliferando vertiginosamente en las superpobladas cárceles de la Isla.
En las prisiones camagüeyanas, el contagio afecta con mayor relevancia
a la prisión provincial Kilo 7; la prisión de máxima seguridad nacional Kilo 8
y la prisión Kilo 9; desde esta última
-declarada oficialmente en cuarentena, se reportan cifras alarmantes muy
celosamente ocultadas por las autoridades militares con la perversa complicidad
de los servicios médicos del Ministerio del Interior y otros factores del
sistema de salud de la provincia.
En medio de este desolador escenario, donde miles de personas en
reclusión enfrentan el inminente contagio, o corren el riesgo de morir por la
funesta enfermedad, resultan insuficientes y carentes de sentido las escasas y
arbitrarias medidas epidemiológicas que se vienen tomando, dada la gravedad y
la magnitud del cuadro patológico.
Teniendo en cuenta las precarias condiciones de exclusión y
marginalidad en el hábitat de los confinados, se evidencia
la inequívoca confirmación de un sistema penitenciario obsoleto,
colapsado y carente de condiciones para la vida humana, donde se desestiman las
normas mínimas internacionales y las más sencillas prácticas para el
tratamiento a los reclusos.
En las cárceles camagüeyanas, existen precedentes de elevados índices
de hacinamiento e insalubridad, a lo que hay que agregar la ausencia total de
agua potable, que en la mayoría de los casos proviene de fuentes contaminadas y
que debido a su escasez debe ser almacenada en vasijas y baldes, incluso hasta
para beber.
La carencia del preciado líquido influye en la higiene de los lugares
de encierro, en el aseo personal de los sancionados y hasta en el lavado del
deteriorado avituallamiento.
Como es lógico, las restricciones en el abastecimiento de agua se
conjugan con la falta de exigencia y control de la higiene en la elaboración y
manipulación de los alimentos que ofertan; alimentos, en su mayoría,
descompuestos o adulterados con productos de dudosa identificación; otros, sin
lavar y cocinados tan ligeramente que no logran destruir los agentes dañinos; a
esto, debemos añadir la falta de higiene en cocinas, comedores y utensilios
idóneos para la elaboración y el consumo de los alimentos; se suma también, a
esta barbarie, el trasiego autorizado de salcocho, por parte de los militares,
que incide en la pésima elaboración de la comida, una estampa real del hambre y
los altos índices de desnutrición que enfrentan los pobladores en las
instalaciones carcelarias de la región.
Para los militares, los puercos tienen la prioridad; poco o nada les
importa la alimentación de los seres humanos confinados.
Históricamente, someter por hambre a los presos ha sido uno de los más
crueles mecanismos de castigo empleado por el sistema, y es la forma de
violencia más asesina que existe hasta nuestros días.
Lo cierto es, que estas contravenciones de factores
higiénico-sanitarios en el interior de las cárceles del territorio, son la
principal causa de propagación de epidemias como el cólera, que hoy encontró su
mayor reservorio marginal tras los muros de los campos de concentración
Castro-fascistas de la isla.
Lo más denigrante de toda esta situación, es que el Estado y su máxima
dirección política continúan auto engañándose, y se auto intoxican con sus
mentiras, encubriendo y amamantando a las corrompidas fuerzas del ministerio
del interior, preñadas de oportunistas, malversadores y connotados
torturadores, bandidos, bandoleros y asesinos.
La epidemia de cólera se seguirá extendiendo por el interior de las
cárceles del país, algo que resulta inevitable y poco probable de frenar.
El sistema penitenciario creó y alimentó las condiciones para la
incubación de este monstruoso flagelo, demostrando una vez más, a la humanidad,
que las cárceles en Cuba son un aparato de muerte que están muy bien concebidas
para hacer daño, colmando así todos los límites de violaciones del derecho
internacional y los derechos humanos, por lo que vale la pena asegurar, sin
temor a equivocarnos,
que el sistema penitenciario cubano está en clara sintonía con la
barbarie genocida, y es el único responsable de propagar tan mortífera
epidemia.
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